Aunque los accidentes eléctricos no son relativamente numerosos, presentan una elevada gravedad, sobre todo en el caso de que la corriente eléctrica afecte a órganos vitales como los pulmones o el corazón, con el consiguiente riesgo de electrocución. Una cosa debe quedar clara: la corriente eléctrica de las líneas de bajo voltaje, de 220 ó 380 voltios, en modo alguno es inofensiva. La mayor parte de los accidentes mortales se producen con estas tensiones, y en la mayor parte de las ocasiones esto ocurre porque se acostumbra a trabajar en ellas sin tomar las precauciones precisas, en la creencia de que tales tensiones no son peligrosas.
Cuando alguna parte o partes del cuerpo humano entran en contacto con dos puntos u objetos entre los que existe una diferencia de potencial (voltaje), se establece el paso de una corriente eléctrica a través del cuerpo que puede producir efectos muy diversos, desde un leve cosquilleo hasta la muerte, pasando por contracciones musculares, dificultades o paro respiratorio, caídas, quemaduras, fibrilación ventricular y paro cardíaco. Esto se conoce como choque eléctrico.
El choque eléctrico puede producirse al tocar elementos sometidos a tensión, como cables o barras metálicas desnudas (contacto directo), u objetos, normalmente inofensivos, cuya tensión se debe a fallos y defectos de aislamiento (contacto indirecto).
A partir del esquema anterior puede inferirse que si una persona entra en contacto con una de las fases L1, L2, L3 y tiene los pies apoyados en el suelo (o toca alguna masa metálica, tubería, etc. que haga buen contacto con tierra) se cerrará el circuito estableciéndose una corriente que atravesará su cuerpo, produciéndole el choque. Lo mismo ocurrirá si toca la carcasa metálica de algún aparato que presente defectos de aislamiento.
¿Cuán peligrosa es la electricidad?
La electricidad es peligrosa, y puede decirse que una buena parte del peligro que representa estriba en que no es habitualmente perceptible por nuestros sentidos: